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Cómo ayudar a mi hijo a decidir qué estudiar

¿Debo asesorar a mi hijo acerca de qué estudiar?
¿Es más recomendable que me mantenga al margen?

El mes pasado mantuve una entrevista con un padre y una madre[1]. Querían consultarme algunas dudas acerca de cómo ayudar a su hijo de quince años –4º de la ESO– a elegir sus estudios académicos. Pero lo que más dudas les suscitaba era si debían asesorarle acerca del itinerario, materias y tipo de estudios, o por el contrario, era más recomendable mantenerse al margen. Trasmitían cierta angustia y mucha inseguridad: “Estamos perdidos, no sabemos qué hacer con Miguel [nombre ficticio]. No sabemos cómo ayudarle. Se va a estrellar. No sabemos qué decirle. No nos escucha. ¿Le decimos lo que más le podría convenir? No sabe lo que le gusta. No sabe si quiere estudiar Bachillerato o FP. Un día dice una cosa y otro día dice otra”. Estas son algunas de las frases extraídas de toda la sesión.

He preparado dos post para tratar este asunto. En el primero hablaré, en general, de las habilidades que debemos tener interiorizadas en todo proceso de toma de decisiones. En el segundo trataré el tema de la elección de estudios.

Toma de decisiones. Normas y límites

Las estrategias necesarias para tomar decisiones adecuadas, no podemos aprenderlas en un cursillo acelerado de fin de semana. El entrenamiento para hacer nuestras las herramientas efectivas para decidir sobre nuestro futuro personal y profesional es largo y necesita mucha práctica. De ahí que los padres deban iniciar a sus hijos lo antes posible, preferentemente en la primera infancia.

Ser madre o padre es un reto permanente. Quizás uno de los retos más difíciles al que tenemos que enfrentarnos a lo largo de nuestra vida. La educación integral y de calidad de un hijo o una hija es tan amplia y tiene tantas facetas que a veces puede parecernos que no vamos a ser capaces de hacerlo bien.

¿Cómo conseguir que nuestros hijos alcancen una formación integral?
¿Qué hacer para que interioricen valores fundamentales?
¿Cómo ayudarles a gestionar su talento y ser intelectualmente activos?
¿Debo ayudarle a tomar decisiones?
¿Cómo conseguir que sean estables a nivel emocional y social?
¿Es lo suficientemente autónomo y responsable?
¿Debo ayudarle a elegir sus estudios?
¿Qué hacer para que sean felices?

“Estamos perdidos, no sabemos cómo ayudar a nuestro hijo”

La familia es el primer anclaje del aprendizaje de nuestros hijos. La familia aporta protección, soporte, confianza y es el espejo en el que nuestros hijos se reflejarán desde el día de su nacimiento. La actitud de los padres será clave para toda su evolución posterior. Afectará a la forma en que gestionarán su talento y emociones, al igual que a las decisiones y riesgos que asuman. A los padres les corresponde, por tanto, preparar a los hijos en este camino, ofreciéndoles todas las herramientas necesarias para que consigan superar, de la forma más exitosa posible, los obstáculos que irán apareciendo.

Este ‘entrenamiento’ dentro de la familia pasa en primer lugar por que los hijos aprendan a respetar normas y límites.

Cuando los padres establecemos normas y les ofrecemos alternativas para que elijan, lo que pretendemos, en definitiva, es que aprendan a decidir.

 ¿Cómo poner normas a los hijos de un modo eficaz?

Tras las etiquetas ‘control’ y ‘autoridad’ entendemos comportamientos diversos que van desde el establecimiento de limites hasta la supervisión de la conducta, pasando por la imposición de sanciones o la búsqueda de información acerca de lo que hacen nuestros hijos cuando salen de casa. Es decir, controlar es fijar la norma de llegar a casa a una hora, salir a hacer deporte al parque donde sabes que se reúne con sus amigos o preguntarle directamente ¿dónde vas esta noche? o ¿con quién has salido?

En la actualidad oímos hablar con frecuencia –en mi consulta tengo varios casos– de episodios de hijos agresivos, irascibles, irrespetuosos, que no aceptan las normas de los padres. En muchos casos estos comportamientos son consecuencia del escaso control paterno, de la no existencia de límites o normas, de que los padres no les exigen responsabilidades y son excesivamente condescendientes.

Son niños que han hecho toda su vida lo que han querido, y ante una mínima frustración, tienen reacciones incontroladas. Son padres que, por desidia, por temor a parecer anticuados, porque no tienen tiempo o porque están cansados, dejan pasar el tiempo, se vuelven permisivos, hiperprotectores y luego se sienten impotentes y desbordados a la hora de gestionar la relación con sus hijos.

¿Cuáles son las características principales de las normas?

Las normas deben ser:

  • Realistas: Tienen que poderse cumplir y estar ajustadas a la realidad, la edad, habilidades y grado de maduración de los hijos.
    Claras y concretas: Los hijos deben entender exactamente qué es lo que se espera de ellos y qué consecuencias tendrán si no las cumplen.
  • Claras y concretas. Los hijos deben entender exactamente qué es lo que se espera de ellos y qué consecuencias tendrán si no las cumplen.
  • Consistentes: La aplicación de las normas debe ser aproximadamente la misma, independientemente del estado de ánimo, de la presencia de otra persona, de las ocupaciones de ese momento.
  • Coherentes: Los padres deben tener muy clara la importancia de las normas. Qué normas son fundamentales o accesorias y cuando pueden ser o no ser flexibles. Cuando deben decir ‘NO’, cuando pueden negociar y cuando pueden dejar decidir a los hijos.
  • Proporcionadas: No excesivas.
  • Pactadas y dialogadas –en la medida de lo posible–. En un clima de confianza, donde los hijos puedan expresar de forma sincera sus puntos de vista.

A la hora de fijar normas los padres deben ser firmes. De igual manera –siempre y cuando sea posible– deben proponer a los hijos alternativas, es decir, ofrecerles la oportunidad de decidir entre varias opciones, lo que será un buen entrenamiento para futuras decisiones. Así, desde su responsabilidad, tomarán decisiones y asumirán las consecuencias de dichas decisiones. Y si se equivocan, tendremos que enseñarles a rectificar y volver a intentarlo de nuevo. Este es el mejor aprendizaje para su vida.

Por último, es esencial demostrarles amor y cariño para que se sientan protegidos en todo momento. De igual manera, debemos acompañarles, asesorarles, estar presentes y dispuestos a ayudarles emocionalmente. Apoyarles en todo lo que necesiten, ofrecerles toda la información necesaria, aclarando todas sus dudas, para que el nivel de incertidumbre y miedo –y posible ansiedad– que produce toda toma de decisiones sea lo menor posible.

¿Influye la estabilidad emocional en la toma de decisiones?

La estabilidad emocional es uno de los condicionantes que más influyen en la toma de decisiones acertadas. Está ampliamente demostrado que las emociones juegan un papel básico en el desarrollo personal, intelectual y social de los niños. Igualmente supone un modelo de conducta, actitudes y valores en su desarrollo integral, generando confianza y estabilidad en uno mismo.

A través de la inteligencia emocional nuestros hijos aprenden a gestionar sus estados de ánimo, a ser autónomos, responsables, a razonar y a reflexionar sobre sus experiencias previas, que será lo que les guiará en la toma de decisiones. Los niños se enfrentan a acontecimientos nuevos y requieren de una preparación anterior para poderlos abordar, de ahí la importancia del entrenamiento previo.

Sugerencias para favorecer la toma de decisiones en nuestros hijos
  • Establecer normas y límites.
  • Ofrecer alternativas siempre que sea posible.
  • Colaborar –si es necesario– en la resolución de problemas.
  • Ayudar a gestionar las posibles frustraciones que pudieran surgir.
  • Repartir responsabilidades entre todos los miembros de la familia y exigir su cumplimiento.
  • No sobreproteger.
  • Mantener relaciones comunicativas sanas y abiertas.
  • Ofrecer información y estrategias que les capacite para decidir qué quieren hacer.
En definitiva, aprender a tomar decisiones adecuadas es un proceso largo que necesita práctica y entrenamiento. De ahí que los padres deban empezar a preparar a sus hijos lo antes posible, preferentemente en la primera infancia. Un buen inicio será aprender a respetar normas y límites y seleccionar una alternativa de entre varias propuestas por los padres. Todo gestionado con una buena dosis de amor, cariño, información y apoyo emocional.

 

 

 

[1] Con el fin de agilizar la expresión y comprensión del texto, intentaré emplear sustantivos genéricos, huyendo del desdoble del singular. De igual manera, mantendré el masculino universal de los sustantivos y adjetivos plurales.

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