
19 Ene La ira de las mujeres
La ira de las mujeres. Me comentó ayer una madre, tras un taller, que ha observado que yo, siempre hablo con voz dulce, pero contundente.
También quería saber si muestro ira, cuando algo me saca de quicio.
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La madre explicó que con frecuencia su hija y ella, sienten ira y se sienten muy mal, sobre todo, porque son muy criticadas por su entorno.
Es por ello, que hoy voy a hablaros de esta, tan necesaria emoción.
Hay muchas cosas que me sacan de quicio y me producen ira, esto es, un sentimiento de indignación y enojo, según la primera acepción de la RAE.
No soporto las injusticias. Si me doy cuenta de que alguien, y más si es una persona que quiero, está haciéndome algo injusto, puedo enfadarme mucho.
No tolero que me humillen. Una amiga siempre me dice, que ‘humilla quien puede y no quien quiere’, pero a mi no me vale. Si percibo que alguien lo está, incluso, intentando, suelo irritarme bastante y la dulzura de mi voz, creo que se evapora.
Llevo mal la mentira, la deslealtad, la arrogancia, la mala educación y la ingratitud.
Todas estas actitudes me exasperan más o menos, según la persona, el momento y la circunstancia
La ira de las mujeres
La ira es una respuesta natural ante una amenaza o agresividad. Es un comportamiento de defensa.
Es una emoción, que nos puede perjudicar, si no gestionamos bien y que suele ser molesta, porque incomoda, sobre todo, si proviene de una mujer.
Sin embargo, es absolutamente imprescindible para sobrevivir. A veces, no queda otra, que mostrar sentimientos de enojo, con asertividad, para marcar límites y dejar claras nuestras necesidades.
Lo que no quiere decir, que ataquemos con insultos, agresiones, furia extrema o amenazas.
Porque en ese caso, no sería ira. Sería violencia.
Sin embargo, a las mujeres se les recrimina su comportamiento, aunque la ira sea asertiva. Es habitual reprochar a las mujeres, el hecho de que no expresen sus reivindicaciones de manera suave, conciliadora y didáctica.
Se nos culpabiliza de no decir las cosas de forma diplomática, para no molestar.
A las mujeres, la ira se nos castiga, porque no se ajusta al canon sumiso y obediente de feminidad que se espera de nosotras.
Con los hombres, la sociedad es más comprensiva. En ellos se entiende como un signo de autoridad, firmeza, liderazgo y convicción.
Numerosos trabajos empíricos llevados a cabo con familias, en escuelas o en el deporte, así lo demuestran.
Por ejemplo, McEnroe siempre ha sido considerado un tipo gracioso por romper raquetas y enfrentarse a los árbitros. Serena Williams ha sido duramente criticada por hacer algo parecido.
La ira de las mujeres
Cuando una mujer muestra su enfado de forma expresiva y no lo hace en privado y con apariencia calmada, automáticamente es descalificada y etiquetada como mandona, histérica o amargada.
Algo parecido le ocurre a nuestras niñas. Y es que, desde pequeñas, nos enseñan autocontrol, para no llevar a cabo demostraciones públicas de irritación y sosiego.
Sin embargo,
- ¿Cómo frenar ciertos comportamientos?
- ¿Cómo hubiéramos conseguido, las mujeres, los derechos justos que nos merecemos, siendo el 50% de la población, si no nos hubiéramos movilizado e incluso, si no hubiéramos molestado, un poco, a la sociedad?
- ¿Cómo hubiéramos podido alcanzar, lo que ahora tanto peligra, si no hubiéramos confrontado de forma constructiva (en palabras de la investigadora Brett Ford) y reivindicado nuestros derechos, dentro y fuera de casa?
Muchos de los derechos de los que disfrutamos ahora las mujeres, son gracias a eso.
La ira de las mujeres
Si queremos que nuestras hijas mantengan los derechos actuales, tendremos que seguir al pie del cañón. No nos queda otra. Antes éramos feminazis, ahora somos otra cosa que empieza por T (T E R F). Pero nos jugamos mucho, nosotras y nuestras hijas.
Ellas tienen que aprender, de mano de sus madres y a ser posible también de sus padres, a no soportar ni una injusticia, ni una humillación. Y a no permitir que les sean desleales, les mientan o les falten al respeto.
Si nuestras niñas o nosotras, tenemos que marcar el terreno con asertividad e ira bien gestionada (no estoy diciendo violencia), lo hacemos, sin que nos tiemble el pulso. Ni lo más mínimo.
El gran desafío, en palabras de Robson es,
‘Mostrar la ira con la persona correcta, en el grado correcto, en el momento correcto, con el propósito correcto y de la manera correcta’.
Robson
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