Las vacaciones me dan pánico, los niños no me dejan descansar
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vacaciones pánico

Las vacaciones me dan pánico

‘Las vacaciones me dan pánico, los niños no me dejan descansar y tampoco consigo desconectar. La verdad, es que preferiría quedarme en casa’.

Esta es una frase que con frecuencia oigo en la consulta. Llevo más de 30 años trabajando con madres y padres, y hasta ahora, eran ellos (algunos de ellos) los que no sentían ninguna ilusión por el periodo de vacaciones. Eran hombres, que con frecuencia estaban mucho tiempo fuera de casa y que tenían pocas responsabilidades en cuanto a la educación –real y práctica– de sus hijos. Hombres, que temían como una vara verde tener que convivir 24 horas, los 7 días a la semana, con los hijos y, quizás también, con la pareja. Pero vamos a centrarnos hoy solo en los hijos.

No obstante, de un tiempo hacia acá, el grupo de madres que reconocen que no le apetece coger vacaciones va en aumento. En la consulta de estas dos semanas en las que los niños están de vacaciones, tres madres me lo han comentado abiertamente, ‘prefiero quedarme trabajando a tenerme que ir a la playa o de viaje con los niños’. 

Razones del pánico a las vacaciones

En los tres casos, la razón fundamental que esgrimían las madres era la misma que los padres: ‘con los niños todo el día, voy a trabajar más que en la oficina: lavadoras, plancha, orden, supermercado, comidas, cenas, baños, horas de playa o piscina ‘de guardia’, parque, discusiones por el móvil o la TV, hora de irse a la cama. Eso no son vacaciones’. Y otra madre insistía, ‘además conmigo se portan fatal, cuando yo no estoy, todo va mejor… en vacaciones todo se desestabiliza’. 

Inmediatamente recordé sesiones con padres que, más o menos, decían lo mismo, ‘a mi no me hacen caso, se portan fatal y siempre termino discutiendo con (el nombre de la pareja). 

Planificación

A la hora de planificar las vacaciones hay que tener en cuenta la edad de nuestros hijos:

Si son bebés, por ejemplo, elegir hoteles o apartamentos cerca de la playa, de fácil acceso, que permitan no cargar durante mucho tiempo con todos los accesorios para jugar en la arena, biberones… Y hacernos a la idea de con quién vamos.

Si son adolescentes:

  • Establece normas claras antes de poner rumbo al destino, se evitará entrar en negociaciones durante las vacaciones (hora de llegar a casa, tiempo de lectura, estudio, tecnologías, ayuda en casa, etc.). Estas normas se pueden flexibilizar dependiendo de las circunstancias. 
  • Compartir decisiones (no me refiero a dejar que decidan o impongan sus deseos, sino de hacerles partícipes, de forma que sientan que su opinión cuenta).
  • Organizar con ellos el día.
  • Elegir con ellos actividades deportivas o de otro tipo (mis hijos empezaron a hacer vela a los 6 años y aún continúan. Navegaban todos lo días y les encantaba; nosotros encantados también).
  • Buscar momentos en los que tengan ‘su espacio’.
  • Darles una cierta independencia económica (sin olvidar la necesaria supervisión y control).

Una pregunta que me hacen mucho madres y padres es:

¿Y si plantean quedarse solos en casa?

Personalmente, recomiendo no ceder ante esta idea, a no ser que haya alguna causa de fuerza mayor. 

Es muy importante que la pareja (si la hay) esté alineada, se evitarán conflictos y bajará los niveles de estrés familiar. Los hijos intentarán chantajear, pondrán malas caras, pero si os encuentran unidos, todo marchará mejor.

Si se aburren, que se aburran. No olvidéis que sois padres, no monitores o ‘entretenedores’. El aburrimiento es positivo. Estimula la creatividad y ayuda a tolerar la frustración. Es necesario que nuestros hijos aprendan a gestionar su tiempo de actividades en familia.

Las vacaciones en familia pueden ser divertidas o dar pánico

O producir estrés, si no las planificamos bien y nos relajamos. O no nos hacemos a la idea de que la ‘convivencia intensa’ con los hijos es muy positiva para su desarrollo integral y para la cohesión familiar. Si no somos capaces de entender que las rutinas diarias y las expectativas laborales se deben coordinar y adaptar con nuestra decisión de ser madre o padre. O no ponemos en valor que las nuevas rutinas no tienen porqué significar caos o desestabilización, siempre y cuando, las organicemos con ganas y cabeza. Si no comprendemos que nuestros hijos necesitan nuestro tiempo. O no tenemos claro qué es lo realmente importante en nuestra vida. Si nuestra prioridad no es compartir tiempo con los nuestros. O no estamos dispuestos a darnos un respiro y a ser amables con nosotros.

A desconectar, a descansar y a no sentirse imprescindible, también se aprende. 

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Ociofobia: pánico a las vacaciones

No quiero terminar sin hablar de un trastorno que aumenta cada año: la ociofobia. Lo trato aquí, porque queda fuera de mi ‘circunscripción’ y porque tengo la sospecha, de que las madres y padres con los que trabajo no lo sufren. Lo suyo es más un desajuste entre deseo y realidad. 

La ociofobia es la dificultad para cambiar las rutinas. Suele ocurrir, cuando las personas tienen trabajos intensivos y estresantes que crean estados de adicción. Para ellos, el comienzo de un período prolongado de descanso o la inactividad, les provoca un miedo irracional que no pueden controlar, lo que los lleva a evitar vacaciones o a temerlas irracionalmente. Son personas que no son capaces de dejar su ‘mente en blanco’ o que simplemente se sienten culpables por ‘no hacer nada’. Ese temor exagerado a la idea de ‘no tener nada que hacer‘ (nada, salvo descansar) alcanza los niveles más elevados en la época estival.

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