
20 Feb ‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’
‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’. Es una frase que puede resumir a la perfección la inquietud de varias familias con adolescentes, con las que estoy trabajando en la actualidad. Ver VIDEO en mi canal de Youtube.
Cuando una hija o un hijo llega a la adolescencia, puede ocurrir que la relación en casa se tambalee. Con frecuencia, se vuelven reservados, celosos de su intimidad, poco comunicativos o algo ariscos. Y como ya se sienten adultos, exigen libertad para tomar siempre sus propias decisiones.
¿Os suena?
‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’
La convivencia con un adolescente, supone un importante desafío a nivel familiar. Ya que los cambios que motivan, suelen afectar a todo el entramado de la familia. La transformación suele bastante similar a cuando llega un bebé a casa. Cambian normas, rutinas de la convivencia, roles de autoridad, distancia emocional entre los hijos y los padres y distribución del tiempo y espacio en el hogar. Esto quiere decir que, si queremos que no se vean afectados las relaciones, los lazos afectivos y la comunicación, la madre y el padre tendrán que hacer un gran esfuerzo personal para adaptarse a la nueva situación familiar.
Es muy importante que analicemos el estilo educativo que tenemos en casa.
En mi consulta, por un lado, tengo madres y padres muy permisivos. Que se vuelven colegas de sus hijos cuando llegan a la adolescencia. Que piensan que, supervisar poco o decir sí a sus demandas, es la mejor opción (o la más cómoda). Padres que evitan conversaciones interminables o discusiones.
Pero también trabajo con otras familias. Estas tienen un estilo educativo autoritario, distante, frío, muy marcado de arriba a abajo, que ponen castigos y normas sin razonar.
Desde mi punto de vista, ni el estilo educativo permisivo, ni el estilo educativo autoritario, favorecen la comunicación y la relación con los hijos.
‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’
Cuando nuestros niños se hacen mayores y empiezan a salir a la calle sin nosotros, nos inquietamos. No sabemos qué hacen, dónde van o con quién están. ¿Qué podemos hacer para que tengan un comportamiento adecuado y tomen decisiones acertadas en cada momento? ¿Poner muchas normas?
NO. La clave no está en poner listas interminables de normas o en hacer un interrogatorio a diario sobre dónde han ido o con quién. Está en cómo ponemos esas normas y en cómo las razonamos. La clave está en cómo nos comunicamos y nos relacionamos con ellos.
Se acaba de publicar en enero de 2020 (hace un mes) una interesante investigación. Concluye que en la adolescencia, los padres tenemos que encontrar la combinación perfecta entre comunicación, supervisión, establecimiento de normas y promoción progresiva de la autonomía. Cuando leí la investigación, me quedé perpleja, ¡en mis talleres y conferencias, digo literalmente la misma frase! Los que habéis ido, lo pueden corroborar. Llevo 30 años repitiendo que este es el mejor cóctel para ayudar a nuestros adolescentes a ser adultos formados a todos los niveles.
‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’
Establecer normas y exigir su cumplimiento sin ser autoritario, puede parecer imposible, pero es perfectamente factible. Mantener una comunicación abierta sin juzgar, ser flexibles y firmes a la vez. No criticar a sus amigos y no poner el grito en el cielo por todo, son solo algunas ideas.
Si además, explicamos la importancia de las normas, las razonamos y tenemos en cuenta su opinión, habrá más posibilidades de se muestren dispuestos a aceptarlas.
Esto no quiere decir que modifiquemos las normas si pensamos que son necesarias. Pero el proceso es de suma importancia para que se impliquen en su cumplimiento.
Con este estilo educativo, seguramente, nuestros hijos se mostrarán más comunicativos. Y, alguna que otra vez, nos revelarán información sobre qué hacen o con quién comparten su tiempo cuando no están con nosotros.
Por tanto, para conseguir que nuestros hijos tengan un comportamiento saludable y sepan decir ‘no’ en situaciones de riesgo:
- Debemos establecer normas y asegurarnos de que las van a respetar.
- Debemos tener un estilo educativo que promueva su autonomía y el desarrollo de sus habilidades personales.
‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’
Veamos un ejemplo:
- Estableces una norma a tu adolescente (‘Tienes que estar en casa a las 10:00, porque a las 12:00 es muy tarde).
- Dialogas y razonas (le explicas de todas las formas posibles porqué tiene que estar en casa a las 10:00).
- Escuchas todas sus propuestas y alegaciones. Serán del tipo: ‘soy el único de la clase con padres tan estrictos’. ‘Todos los niños llegan más tarde’. ‘Soy el único ‘pringao’ que se va de las fiestas tan temprano’, y un largo etcétera.
- Escuchas y valoras su punto de vista. O haces que lo valoras, porque lo más seguro es que tengas claro que no va a llegar del cumpleaños a las 12:00.
- Ofreces alguna alternativa (‘en vez de volverte en metro, te recojo yo en la puerta a las 10:20’).
Con estas condiciones es más posible que se comprometan con su cumplimiento.
‘Mi hijo no me hace caso y mi hija apenas me habla’
¿Y si no se comprometen con su cumplimiento?
No debemos recurrir a la manipulación, ni al chantaje emocional para presionarlos. Expresiones como ‘me has fallado’, ‘un buen hijo no se comportaría así’, ‘estoy sufriendo mucho’, debemos descartarlas. Intentar hasta la saciedad que respeten las normas porque entienden y comprenden su importancia. Porque su motor interno los lleva a ello, por una motivación intrínseca.
La investigación a la que he hecho referencia ha podido demostrar que:
‘cuando las reglas se imponen sin más, es probable que la supervisión parental sea menos efectiva y genere resistencias e incluso fracasos’.
Algo que también repito en mis conferencias y talleres una y otra vez.
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